La indumentaria se volvió más austera, con influencia de la sobria moda inglesa, mientras que en vestimenta femenina surgió la «moda griega», una serie de vestidos inspirados en la Antigua Grecia, aunque reinterpretados de forma moderna. También estuvieron de moda el tartán y el plaid, gracias al amor por Escocia que profesaba la reina Victoria. El primero tenía forma plana por delante y por detrás, pero era ancho de caderas, gracias a un miriñaque redondeado o a un tipo de enaguas rígidas llamadas «jansenistas», que daban forma de campana a la falda.
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